Cualquier biker que se precie alguna vez ha tenido el placer de ser visitado por el "hombre del mazo". Este simpático señor suele aparecer en el momento más inoportuno: justo cuando quedan 3 ó 4 km para acabar la última e interminable subida del día. Su presencia a tu lado tiene un efecto indeseable: las piernas, como por arte de magia, de repente pierden toda su fuerza, y el piñón grande, nos parece mucho más pequeño... Además, el individuo en cuestión muchas veces no viene solo, se trae a sus primos "los calambres". Veamos cómo podemos evitar la visita de estos personajes.
Piano, piano.
Esto es quizá lo más difícil de hacer. En las dos o tres primeras horas, nunca debes ir a tope. Aunque te de la sensación de que estás yendo demasiado despacio y de que vas a llegar el último hay que mantener la cabeza fría y pensar que nos quedan 3, 4 ó 5 horas de pedaleo por delante. Y que ya habrá tiempo de apretar y sufrir, pero mejor más adelante. Si conocemos las pulsaciones en las que está nuestro umbral, un buen consejo es ir siempre entre 10 y 15 pulsaciones por debajo del mismo. Y con los desarrollos, ante la duda, siempre la corona más grande.
El día antes.
Es muy importante que el día anterior a la gran paliza descanses. O si sales con la bici, que sea un mero paseo. Y sobre todo, será el día de llenar los músculos de gasolina. Tanto en la comida como en la cena debes incluir los hidratos de carbono: patatas, arroz, pasta, pan y frutas variadas. Y por supuesto, beber entre 1,5 y 2 litros de agua.
Último repostaje.
El desayuno del día D también tiene su importancia. Al menos 2 horas antes, asegúrate de tomar dos tazones de cereales o 3 ó 4 tostadas de pan. Algún zumo o algo de fruta también es buena idea.
Provisiones para el camino.
Una vez en marcha, debes tratar de comer algo cada 45 ó 60 minutos. Productos preparados válidos: barritas y geles. Opciones caseras válidas: un plátano, dulce de membrillo, 4-6 galletas maría con mermelada, sándwich de pan blanco con mermelada o membrillo, orejones, dátiles, chocolatinas.
El camello.
Además de sólidos, también es muy importante no deshidratarnos. Pero además de agua, en el bidón o en la mochila podemos echar 2 cosas más que nos serán muy útiles retrasar la fatiga. La primera son hidratos de carbono, es decir, azúcares. Esto lo llevan todas las bebidas deportivas. Y la segunda, son sales minerales, especialmente sodio, potasio y magnesio. Reponer estos minerales puede influir en la aparición de calambres. Un objetivo realizable de hidratación es conseguir beber al menos dos bidones cada 3 horas, es decir, medio litro por hora. Y si hace calor, mucho más.
Los calambres.
Esta es la molestia más generalizada entre la mayoría de los bikers. La mejor forma de evitarlos es entrenar más y regular mejor, ya que la razón principal de su aparición es muy sencilla: fatiga muscular extrema, es decir, forzar demasiado
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